Dos días por semana, recorren de madrugada las calles de la ciudad con bebidas calientes, bocadillos, artículos de higiene, mantas y ropa. Entre 30 y 35 personas sin hogar reciben cada una de esas noches heladas un poco de calor de personas que nunca pasan de largo ni miran hacia otro lado.
Cada semana, sesenta voluntarios anónimos tratan de llenar las famélicas neveras de familias en riesgo de exclusión con alimentos y productos de primera necesidad [Escuchar entrevista completa]